Apertura del Año Jubilar por el V Centenario de la llegada de Fr. Martín de la Coruña, OFM., al Reino de Michoacán

Apertura del Año Jubilar por el V Centenario de la llegada de Fr. Martín de la Coruña, OFM., al Reino de Michoacán

Fr. Rodrigo Martín Rojas Cerroblanco, OFM.

Cronista Provincial

La característica de las almas nobles es la gratitud, hoy como Provincia franciscana de san Pedro y san Pablo de Michoacán, volvemos a ese lugar en el que nuestros hermanos iniciaron a sembrar la semilla hace quinientos años, germinando en la implantación de la Iglesia en el Occidente mexicano, siendo la cimiente de la cuarta Diócesis fundada en el virreinato de la Nueva España. Fueron los hijos del sol de Asís quienes trajeron a estas tierras la Buena Nueva del Evangelio, a petición del rey purépecha Calzonzi. Se instalaron en estas tierras en la Ciudad de los Reyes Tzintzuntzan que quiere decir: “lugar de colibríes”. El primero en pisar este paraíso terrenal fue Fray Martín de Jesús o de la Coruña, uno del grupo de los doce, en agosto de 1525 junto con otros dos hermanos de los cuales desconocemos sus nombres.

Al llegar el quinto centenario de este acontecimiento es necesario volver la mira al origen de esta bella historia de salvación que comenzó a escribirse en el encuentro de los franciscanos con una gran cultura milenaria los purépechas. Siguiendo fielmente las instrucciones de la Regla: Cuando vayan entre sarracenos y otros infieles, no litiguen ni se enfrenten a nadie de palabra, sino sean pasibles, pacíficos y mesurados, mansos y humildes; hablando a todos honestamente como conviene. Es de esta manera como fueron ganando la confianza de los naturales de las tierras michoacanas y de otros territorios litrofes los él chichimeco, matazincas, otomíes y nahuas. Aunque el anuncio del Evangelio no estuvo exento de derramamientos de sangre, pues en su paso por Michoacán el primer oidor Nuño Beltrán de Guzmán asesino al rey purépecha, quien ya se había adherido a fe cristiana, con el nombre de Francisco, este y muchos otros fueron los primeros retos y las grandes contradicciones a las que se enfrentaron los primeros misioneros, al implantar el Evangelio. Pero, aun así, peso más el ejemplo y la vida virtuosa de estos santos varones que evangelizaron el alma del purépecha, que después de cinco siglos siguen recordando y anhelando el regreso de los frailes.

Ante tal acontecimiento relevante para la vida Provincial y para la Iglesia, los franciscanos de Michoacán decidimos volver a esas tierras fecundas y a ese convento que guarda como en un cofre las perlas de una corona; los restos de nuestros primeros padres en la fe. Por tal motivo, en la Provincia a casi a mediados de año se realizó una comisión encabezada por el Ministro Provincial Fray Enrique y Fray Octavio Luna, y un grupo de hermanos para organizar los festejos durante el año, ellos fueron los encargados de enviar las cartas al Arzobispo de Morelia, Mons. Carlos Garfias Merlos y de ponerse en contacto con el párroco de Tzintzuntzan, el presbítero: José Luis García Silva, para ver la posibilidad de abrir este año de gracia y jubilo en ese santo lugar que tiene mucho significado para la Provincia, después de la comunicación y dialogo la petición fue aceptada.

Así que el lunes 21 de octubre del 2024, se dieron cita en aquel pueblo tan pintoresco por sus tejas coloradas, clima fresco y húmedo por su cercanía al bosque y a su gran cuerpo de agua. Era una mañana con un cielo nublado con amenaza de lluvia, en el cielo solo se dejaba entre ver algunos rayos del astro rey. Como eso de las diez de la mañana comenzaban hacer su arribo los hermanos provenientes de todos los lugares de la Provincia, iba avanzado las horas y el atrio de los olivos con su viacrucis alrededor y su verdor que nos recordaba el color de la esperanza que debe de brillar en el corazón del hombre de fe, nos daban la bienvenida y nos animaba a ver el futuro con nuevos ojos.

Desde la entrada del templo los adornos que contenían la imagen del Seráfico padre, algunos decían con letras año jubilar 1525-2025 el don del Evangelio. Los colores de estos adornos eran amarillos, blancos y cafés, se notaba ya el ambiente de fiesta. Las guares, los trajes típicos de los hombres de esa región y los hermanos terciarios no se hicieron esperar, saludaban muy familiarmente. Enfrente de lo que es el templo de la soledad se encontraba una gran lona, un escenario y unas mesas decoradas para la ocasión. Comenzaron a llegar las hermanas religiosas, algunos sacerdotes diocesanos que nos acompañaron, por motivos de salud el Arzobispo de Morelia no pudo asistir, pero envió en su representación al Vicario Episcopal de la zona tres el Pbro. Abel Mora Escobedo.

Acercándose casi las once treinta del día, los frailes y todos los fieles congregados cerca de las puertas del templo nos acercamos a la puerta del atrio para recibir a las imágenes de nuestra Señora, la Virgen de El Pueblito y nuestra Señora de la Salud de Pátzcuaro, ambas realizadas en el taller de pasta de caña de los frailes. Se recibieron con la orquesta típica michoacana, se hizo el ritual de recepción de las imágenes en la puerta del atrio, comenzaron a sonar las campanas y los caracoles, el olor del incienso fue más intenso, las guares iban abriendo espacio, la cruz de los pueblos indígenas de Michoacán la llevaba uno de los principales, los ciriales y el incienso las guares.

Los frailes no se quedaron atrás comenzaron a cantar: el Pues Concebida, al llegar a la puerta del templo, se hizo lectura del decreto por el cual el Arzobispo de Morelia concedía la indulgencia plenaria a la Parroquia de Tzintzuntzan para todos aquellos que asistieran en peregrinación y cumplieran con los requisitos que marca el Derecho Canónico para recibir esa gracia.

La apertura de la puerta del Templo la hizo el Vicario Episcopal y el Ministro Provincial, fue un hecho muy simbólico, pues pensar que en ese lugar, no solo fue el inicio de la evangelización de muchos pueblos del Occidente mexicano, sino también fue erigida la Diócesis de Morelia en 1535, teniendo como primer Obispo a Vasco de Quiroga, el cual, años posteriores cambio su sede a Pátzcuaro, pero Tzintzuntzan tuvo el privilegio de ver nacer la Iglesia particular en su suelo. Con este suceso, dos realidades del pasado se volvían a ser presentes; en la persona del Vicario Episcopal y el Ministro Provincial.

El templo parroquial lucia bellamente adornado, guarda todavía la sobriedad de todo templo franciscano del siglo XVI, en el frontal de la puerta se encontraba una lona con la cruz de los pueblos indígenas, un sol y un colibrí, también aparecía lo siguiente: Año jubilar, 500 años del Evangelio en Michoacán 1525-2025, del 21 de octubre del 2024-2025, Arquidiócesis de Morelia.

Al entrar al recito santo en procesión con las benditas imágenes de nuestra Señora, se sentía la emoción de un ambiente festivo y de alegría como solo el pueblo purépecha sabe trasmitir, el sonido de los caracoles y los cuernos no cesaban su canto. Al entrar en frontal del templo tallado en madera se colocó una especie como de cortina con pequeñas imágenes de pescados y colibríes bellamente elaborados con popotillo de trigo, de la cual elaboran canastos y muchas otras artesanías; estas pequeñas imágenes pareciera que nuevamente nos evocaran los nombres de Tzintzuntzan y Michoacán, como queriendo recordarnos nuestro origen y vocación.
Se indicó que los sacerdotes pasarán a la capilla abierta que se localiza a un costado del templo de la soledad, en lo que fue el antiguo hospital, pues ahí se encontraban los ornamentos para la concelebración. El maestro de la celebración fue Fray Hugo Córdova Padilla, nuestro liturgo y su equipo de hermanos quienes colaboran con él. Los concelebrantes principales fueron el Vicario Provincial Fray Raymundo Castillo Caballero, por parte de los frailes que son de Michoacán Fray Emilio Flores Lira. De parte de la Arquidiócesis, el Vicario Episcopal Pbro. Abel Mora y el Párroco del lugar: Pbro. José Luis García.

Se inició con la oración, después la procesión partió desde el antiguo hospital rumbo al templo parroquial, durante la procesión las miradas sorprendidas de las personas de Tzintzuntzan, al ver nuevamente a los hijos de san Francisco en su tierra, los caracoles acompañaban la Procesión junto con el sonido de las campanas, van delante los principales del lugar, las guares y la cruz de los naturales, los frailes novicios van acompañando con ciriales, y los monaguillos unos pequeños vestidos con sus trajes típico, le siguen los sacerdotes en su gran mayoría frailes y algunos diocesanos, recordando que nos necesitamos y juntos construimos la Iglesia. Entre la asamblea se encuentra gente de los distintos lugares donde estamos, y también gente de pueblos vecinos de Tzintzuntzan que acuden al evento.

El canto de entrada en la celebración se realizó en purépecha, mientras los caracoles acompañaban la procesión, no se dejaron esperar los saludos y las muestras de aprecio por parte de nuestros hermanos purépechas. En el presbiterio estuvieron en los concelebrantes y algunos sacerdotes, al igual que en la parte de abajo, éramos como unos 80 sacerdotes, junto con algunos que no concelebraron, pero se ubicaron entre los concelebrantes.

Los cantos: Señor ten piedad y Gloria fueron realizados en purépecha. Lo hicieron con una solemnidad y con la alegría que caracteriza a este pueblo santo de Dios. En las lecturas participaron personas de la parroquia quienes subieron con sus trajes tradicionales, los cuales portaron con mucho respeto y consciente de que estaban participando en el culto divino, se proclamaron las lecturas en español.

Al termino del Aleluya comenzaron asonar algunas flautas que daban un sonido como de aves, al finalizar el canto una hermana dio una explicación en la que invitaba a recibir a Jesús la palabra de Vida, que es la vida de los pueblos originarios. En la puerta del templo se veían el sahumerio unos cirios bellamente decorados con listones de colores muy vivos y el sonido de las flautas se volvió intenso junto con los caracoles, se mira venir una guare con una canasta bellamente adornada bailando de una manera respetuosa, pues el baile para los purépechas es también una manifestación de su fe. La música de la orquesta suena muy alegre como indicándonos la alegría de una fiesta, la fiesta que se celebra por quienes van a escuchar la voz del ser Amado. Bajo el párroco de Tzintzuntzan para tomar muy solemnemente el Evangeliario del canasto donde lo traían, él fue el responsable de proclamar el santo Evangelio, lo hizo en lengua purépecha.

La homilía fue dirigida por el Ministro Provincial, invitando primeramente a prestar atención y a pisar con cuidado, pues de bajo de nuestros pies descansan los restos de una generación de varones evangélicos, que dejándolo todo vinieron a estas tierras. Fueron enviados por Jesús y después por sus superiores, sembrar la Buena Nueva al país de los lagos y las montañas a la tierra de los pescadores, el Ministro ahora nos invitó a guardar silencio y escuchar a estos santos varones, comenzando a mencionar desde Fray Martín de la Coruña nuestro padre fundador, Fray Maturino Gilbert, Fray Jacobo Daciano y algunos otros más junto a sus obras, que iniciaron en este santo lugar de Tzintzuntzan y que quedaron para la historia como una fuente de evangelización y cultura.

También el Ministro hizo menciono a Vasco de Quiroga primer Obispo de Michoacán, quien también piso este lugar, pero decidió cambiar su sede episcopal a la ciudad de Pátzcuaro y en Tzintzuntzan solo se quedaron el pueblo y los frailes, tiempo de prueba vendría después, mencionó el Ministro, la epidemia y la muerte de muchos naturales, es donde tiene origen el pequeño hospital. Tres siglos después un nuevo tiempo llego, refiriéndose a la Cedula Real ponía fin a la presencia franciscana en Tzintzuntza, el dolor más grande que los frailes experimentaron, no fue dejar el convento, o a los hermanos purépechas sino a nuestros hermanos que descansan en este convento, el último de ellos muere en 1762, fieles nuestros hermanos a la regla que profesamos no opusieron resistencia.

La historia, la cultura y los oficios de los purépechas quedan salvaguardados para la posteridad como un testimonio del abrazo que se dieron los frailes y los purépechas, que hasta el día de hoy se sigue recordando con cariño. Un momento emotivo fue cuando Fray Enrique pidió perdón al pueblo por no estar cuando nos necesitaban, o por anunciarles el Evangelio antes de tiempo. Por eso hoy volver a Tzintzuntzan es un motivo de agradecimiento a Dios por todos los dones recibidos en estos años de historia Provincial.

Al finalizar la homilía se hizo la Proclama de la apertura de este año jubilar para la Provincia, las hermanas Clarisas y los hermanos Terciarios, este hecho se efectuó a la una de la tarde con veintiún minutos en la Ciudad de los Reyes de Tzintzuntzan Michoacán, el día 21 de octubre del 2024. Al terminar la proclama se escucharon nuevamente los caracoles y una lluvia de papeles de colores blancos y amarillos cayeron sobre nosotros.

Se escuchó después la gracia de la Indulgencia Plenaria y las condiciones para ganarla, la cual concedió el Arzobispo de Morelia, para ganarse cada 25 de mes en el templo de san Francisco de Asís de la ciudad Pátzcuaro, pues en ese lugar descansan los restos de Fray Martín de la Coruña, a partir de octubre del 2024 al 31 de diciembre del 2025, esta declaratoria fue leída por voz del secretario Provincial Fray Luis Enrique García. Al finalizar estos anuncios gozos se escuchó el solemnísimo canto: Altísimo Omnipotente de Perusi. Se guardó un silencio sagrado que inundo el recito permitiendo distinguir perfectamente las voces y los matices propios del canto.
Se realizó con mucha fe el Credo, después la oración de los fieles fue realizada solemnemente por dos Diáconos permanentes de nuestra Provincia. La entrada de las ofrendas fue muy especial, pues unió dos formas de la manifestación de la fe de nuestros pueblos originarios.

Entraron las inditas e inditos del Pueblito con su baile tradicional conocido como enrosadera, este baile consiste en colocar pétalos de rosas en el altar y a los concelebrantes principales, al ritmo de la guitarra, tambor, flauta y violín.
Después entraron nuestros hermanos de Tzintzuntzan bailando al ritmo de la orquesta típica michoacana, especialmente compuesta por instrumentos de viento y caracoles. Su ritmo es muy alegre y contagioso, sus movimientos son pasos cortos de lado a lado, como quien viene brincando y bailando a la vez, llevan en sus manos las mujeres las ofrendas de pan y vino, detrás viene un contingente que llevan coronas con flores de cempasúchil, algunos traen un tronco como de bambú y sobre ellos llevan colgando coronas, algunos collares de listones, con pequeñas ollas de barro, pan típico, frutas, algunos peces y colibríes de popotillo, pequeños petates, y muchas artesanías que realizan con sus manos.

La tradición de colocar las coranas de flores es para ellos un signo de que quien la porta, está en contacto directo con lo divino. Colocaron las coronas y los collares a todos los frailes, estudiantes y religiosas. Fue un bello detalle que nos reflejó el aprecio y el cariño que aun este pueblo tiene por los frailes.

Al terminar la doxología el presidente de la celebración, sonó nuevamente la orquesta entonando un canto tradicional de estas tierras titulado el “Corpus” que es muy bailado por ellos para la fiesta del Corpus Christi. Al finalizar esta expresión de fe todo el pueblo respondió amén. Después de tanto signo de la manifestación de la fe de nuestros pueblos originarios en el que se ve reflejado la inculturación que se hizo en los primeros inicios de la evangelización, la Eucaristía siguió su curso normal. Para finalizar la acción de gracias el Ministro mando llamar a Fray Octavio Luna presidente de la comisión de los festejos, para que agradeciera, y dio una lista de personalidades tanto del ambiente religioso, civil y cultural que se habían unido a nuestro festejo, a quienes agradeció a nombre de quienes integramos la Provincia Franciscana de Michoacán.

Al salir del recinto santo, nos percatamos que la hermana lluvia había tocado el suelo michoacano, como si el mismo cielo hubiera llorado de alegría porque nuevamente la historia del franciscano y el purépecha hubieran cruzado caminos como hace quinientos años, en el que en este pueblo mágico se comenzó a escribir una nueva historia. Los sacerdotes fuimos a colocar los ornamentos de donde los habíamos tomado, ahora el rostro de la mayoría de los hermanos sacerdotes era de alegría y júbilo por toda aquella experiencia que habíamos vivido.

El pueblo purépecha nos dejó ver en la hora de la comida nuevamente que tiene una conciencia de comunidad y de fraternidad muy viva, como si fuera parte esencial de su ser. Pues al servir lo hacían con mucha jovialidad y con un gusto, al dar el alimento fueron muy bastos.

La convivencia fue muy armoniosa que no te sentías extraño, sino como parte de ellos, en el escenario se hicieron presentes una orquesta de niños que provenientes de muchos pueblos purépechas se dieron cita para deleitarnos con algunas piruecas y algunas piezas musicales. Poco a poco con forme fue avanzando la tarde lo que parecía un sueño nuevamente fue perdiendo fuerza, pues los frailes poco a poco nos fuimos retirando de aquel paraíso de lagos y montañas, de cielos con nubes espesas cargadas de agua y clima fresco, para volver aquellos lugares donde la obediencia y la Divina Providencia nos había destinado.

Nuevamente el sentimiento de dejar aquella tierra, lleno el corazón de más de algún fraile, de encontrarse con un pasado que nos sigue interpelando en el presente, de cuando se hacen las cosas por amor a Dios y en su nombre y no a título personal, estas trascienden al hombre, como recordándonos aquellas palabras de nuestro Señor: Los he elegido del mundo, dice el Señor, para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca (Jn 15.16).

Este texto se hizo vida en este encuentro entre franciscanos y purépechas, hablando a las generaciones del presente y del mañana, que es fundamental para reconocer nuestra identidad y misión Provincial, volver la mirada a nuestro origen, considerar que nuestra vocación más que buscar la comodidad, es vivirse como peregrino y forastero; que no es buscar los primeros lugares sino servir, a los más débiles y hacerse uno de ellos; no es la resignación o el conformismo, sino la creatividad y la esperanza. Esto es lo que brota de este encuentro que se inició hace quinientos años y que hoy nos tocó recibir el fruto de esta experiencia.

Hermanos de la Provincia, nos despedimos de la legendaria ciudad de Tzintzuntzan, seno fecundo de nuestra Provincia, regresamos a nuestros conventos y feligresía en Guanajuato, Querétaro, Chihuahua y Texas, ahora con un nuevo anhelo de ser mejores que ayer, pues cuando un hombre visita a su madre, ella lo consuela y le da fuerzas para continuar en el camino, así nos pasó a nosotros. Gracias sean dadas a Dios que nos permitió vivir la gracia de nuestros orígenes, dando nueva fuerza a nuestros cuerpos cansados por las fatigas de los problemas ordinarios de nuestra vocación. Gracias Tzintzuntzan y su gente por recordarnos que vale la pena donar la vida por el anuncio del Evangelio, porque al sembrar con generosidad se cosechara después abundancia. Es así como este lunes 21 de octubre del 2024 hemos dado inicio a este año jubilar por el V Centenario de la llegada de Fray Martín de la Coruña a Michoacán, Dios quiera que lleguemos a feliz término, siendo una Provincia renovada y anclada en sus valores franciscanos.

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