17 Oct Homilía en la Festividad de la Santísima Virgen del Pueblito
No es bueno que el hombre esté solo…
Fr. Enrique Muñoz Gutiérrez, OFM. Ministro Provincial.
No siempre la soledad es buena consejera. Hay ocasiones en las cuales la soledad perturba la conciencia y ofusca la imaginación. Es aquella soledad que daña y hiere, porque no viene de Dios sino del maligno. Aquella que te aleja de la fraternidad y te encierra en su calabozo.
Estaba un día en oración un hermano muy santo de la Orden. De repente se aparece el maligno y sin que se diera cuenta, con sus antiguos embustes, lo hizo caer en la tentación. Se adelanta a él y le dice en su interior que, por más penitencia y oración que hiciera en esta vida, su alma ya estaba predestinada a la condenación. Desesperado, aquel hermano se alejó de la fraternidad.
Viendo el sufrimiento y la soledad que lo deprimía, se acercó a él el hermano Francisco y le hace ver su error. Lo atrae de nuevo a la fraternidad y él recupera la felicidad de su consagración. (cfr. Flor. 29)
En los primeros capítulos del libro del Génesis, después de haber creado al hombre, Dios afirma categóricamente “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2, 18) El creador quiere que el hombre tenga una compañía para que pueda tener con quien hablar y en quien confiar. La soledad no siempre es buena. Dice un autor: “Me gusta mucho la soledad, pero llega un punto donde quiero hablar con alguien, caminar o hacer algo y es allí donde está más presente” (anónimo)
Fray Nicolás de Zamora, antiguo párroco de la Villa de San Francisco Galileo, hoy conocida como Villa de El Pueblito tenía días sin dormir. A penas llegaba a su lecho para descansar, un mundo de preocupaciones se apoderaba de su mente sin dejarle reposar al menos un momento. Para no caer en la desesperación, rogó con todo su corazón a Dios para que Él viniera en su ayuda: “¿Qué debo hacer?”, reclamaba a Dios en su oración, “para que los naturales de mi Doctrina puedan estar más cerca de Ti, Señor”.
Dios escucho su oración; Un día, al fin pudo descansar y mientras dormía plácidamente tuvo un sueño. Escuchaba una voz que decía: “No es bueno que el hombre esté solo”… una y otra vez estas palabras aparecían en su sueño. Tan pronto como despertó, se aparejó y vino al pueblo de Santiago de Querétaro. Allí se encontró con su hermano de hábito Fr. Sebastián Gallegos y le pidió que le hiciera una imagen de la Virgen Santísima. “La quiero pequeña pero hermosa” le dijo. “Que sea morena”, añadió, “del color de los naturales de la Villa de El Pueblito”, “Ah”, replicó, “también quiero que tenga juntas sus manos, como si estuviera orando por alguien”. “¿Por qué tantos detalles”, preguntó el hermano escultor? “Porque Dios no quiere que el hombre este solo,” le contestó. Fray Sebastián se contagió del entusiasmó de su hermano y comenzó a esculpir la imagen, tal y como se lo pidió el cura doctrinero.
En la vida hay que dejarse llevar de la mano de los sueños, sobre todo cuando Dios interviene en ellos, como lo describe la Sagrada Escritura: Ciertamente Dios habla una vez, Y otra vez, pero nadie se da cuenta de ello. En un sueño, en una visión nocturna. Cuando un sueño profundo cae sobre los hombres, mientras dormitan en sus lechos. (Jb. 33, 14-15)
Ahora continua la historia. Lleno de temor, Fray Nicolás colocó la imagen recién esculpida al pie del adoratorio indígena. No corrió mucho tiempo, cuando pasaron por ahí los naturales de la Villa de San Francisco y, ¡oh prodigio! Ya no subieron a su pirámide, sino que quedaron prendados de aquella imagen tan bella de la Virgen María, cumpliéndose una vez más lo que dice la Escritura: El pueblo que estaba en tinieblas vio una gran luz. (Is. 9,2)
La belleza y la simplicidad siempre atraen al corazón del hombre. Al ver la imagen de Nuestra Señora, los naturales se sintieron tan cautivados por Dios que se atrevieron a decir: “esta si es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos.” (cfr. Gn. 2, 23) y, emulando al primer hombre creado por Dios, dijeron en su interior: “se llamará María, Santa María de El Pueblito, por estar de hoy en adelante en medio de nosotros”.
Así que, no es bueno que el pueblo esté solo. No siempre la soledad es buena y más aun cuando esta soledad tiene que ver con la ausencia de Dios. Su abandono trae desgracias e incertidumbre: “Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes,’ declara el SEÑOR ‘planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza” (Jr. 29,11)
Hermanos, no es bueno que el hombre esté solo. No puede cada uno preocuparse solo de sus proyectos y resolver solo sus problemas. ¿Acaso no eres consiente de tu fragilidad? Recuerda lo que el Señor te dice “Maldito el hombre que en el hombre confía, Y hace de la carne su fortaleza, y del Señor aparta su corazón” (Jr. 17,5)
Dios no quiere que estemos solos, por tal motivo nos ha enviado a su Hijo Santísimo, que entrego su vida y alma por nosotros y se apoyó auxilió de la cooperación de la Virgen María.
Desde el día que la Virgen María se hizo presente en nuestra tierra, no solo se cumplió el sueño de Fray Nicolás Zamora, también Dios puso su tienda entre nosotros. Porque no él desea ni busca que estemos solos: “Nunca más se dirá de ti: “Abandonada,” Ni de tu tierra se dirá jamás: “Desolada;” Sino que se te llamará: “Mi deleite está en ella,” Y a tu tierra: “Prometida.” Porque en ti se deleita el SEÑOR, Y tu tierra tendrá esposo”. (Is. 64,2)
Hermanos: No es bueno que vivamos solos teniendo la oportunidad de estar no solo acompañados sino también protegidos. No es bueno que nos ocupemos solos resolviendo nuestros problemas mientras exista quien interceda por nosotros. No es bueno que caminemos solos sabiendo que alguien puede ir a nuestro lado. No es bueno que luchemos a ultranza por llegar solos al cielo conociendo que alguien ya está allí desde hace tiempo, esperando nuestra llegada. No es bueno vivir sin la presencia amorosa de María que vela día y noche para que nada malo nos suceda, “A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios” (San Juan Pablo II)
Desde hace tiempo ya no estamos solos, alguien nos acompaña. Alguien que esta ahora frente a nuestros ojos.
V. Si os mostráis tan piadosa al que a ti llega contrito.
R. Virgen Santa de El Pueblito, se nuestra Madre amorosa.
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